19 Apr
19Apr


Hago muchas cosas en mi vida personal y profesional, pero quizás la que más ocupa de mi tiempo físico, mental y emocional, es la de ser madre.

Como para cualquier madre o padre, sus hijos son lo más importante. Intentamos hacerlo lo mejor que sabemos, pero no siempre es suficiente. Por ello, creo que es importante, que tomemos consciencia de lo que hacemos y lo que no hacemos para con nuestros hijos. Para mí, uno de los factores importantes en esta relación, es la escucha.

Para esta reflexión, nos ayuda preguntarnos cosas como: Qué me cuesta escuchar de mis hijos? Cómo escucho? Respeto sus puntos de vista o intento imponer los míos? Les pregunto por sus emociones, por lo que sienten, cuando me están contando algo? Observo y escucho con todos mis sentidos? Cómo expreso con mi cuerpo mi escucha?…Cuando uno no se siente escuchado, generalmente, no se siente comprendido y querido.

Para mí, la escucha activa no es esa que justifica el “no me escuchas” con esperar que el otro haga lo que uno quiere. La escucha activa es recibir como un regalo lo que nos está transmitiendo el otro. Es ponernos a su servicio, empatizar con lo que el otro siente desde su punto de vista, sin ser el otro. Es decir, estar en enfoque múltiple. Yo tengo una forma de ver la vida, cuál es la tuya? Somos personas diferentes y nos respetamos y no intentamos imponer lo que consideramos nuestra verdad. Con esto no hablo de la educación o las normas que cada hogar o sistema pueda tener, no. Me refiero a que los niños y los jóvenes, también tienen su propia verdad, y la escucha activa, ayuda a acercarnos más a su mundo, el cual es tan verdadero como pueda ser el nuestro, el de los padres. Ellos también tienen juicios. Y a través de esta escucha, podremos ver qué juicios son los que les limitan y cuáles les posibilitan. Y a partir de ahí, ayudarles dándoles un enfoque adicional con nuestras interpretaciones.

Cuando como padres, nos damos por entero en la escucha hacia nuestros hijos, sin juzgar, sin sermonear, sin presuponer lo que va a decir o sin interrupciones para decirles lo que es o no es, es cuando les vemos realmente y a la vez, ellos aprenden a mostrarse.

Escuchar no es juzgar, ni saber o presuponer lo que le pasa al otro, no es repetir lo que el otro dice, sino interpretar lo que está queriendo decir. Ir más allá de su habla, ver su inquietud, indagar a través de las preguntas, verificar que uno está entendiendo lo que le trae el otro en su conversación.

Aceptar la diferencia como legítima. Aceptar que somos diferentes y no por ello descalificar. Vivimos en mundos interpretativos.

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