Algunos dicen que la necesidad se deriva de la posesión. Del tener y del querer tener para sentirse parte importante de algo. Algunas religiones, proponen que la necesidad no es algo del alma, sino de nuestros deseos mundanos.
Sin embargo, como ciudadanos del mundo, a veces necesitamos sentirnos necesarios.
En ocasiones, hemos vivido, en primera persona o de forma indirecta, cómo una persona al dejar abruptamente sus actividades cotidianas, bien el trabajo, el cuidado de niños, de mayores o de otros, siente que ya no vale. E incluso, en ocasiones extremas, siente que no vale nada. Es como una pérdida de confianza en uno mismo, en su puesta en valor, en su utilidad como persona o como ser social.
La confianza nace de uno mismo, y en primer nivel, para con uno mismo. Sin embargo, es fácil tener la tendencia a pensar que al no necesitarte otros, ya no tienes nada que ofrecer. Te invade la tristeza, pues uno tiene mucho que dar. Esa tristeza nos dice lo que hemos perdido, lo que es importante para nosotros.
No creo que este sentimiento sea resultado del victimismo. Si no, más bien, del deseo de amar y ser amados. A veces confundimos la necesidad con la complicidad, y el amor con la posesión. Pero más allá, de lo que nuestra mente nos diga, seguimos sintiendo tristeza. Y esta emoción, aunque importante en nuestra evolución como personas, es incómoda y no nos gusta tenerla. Quizás la clave no sea deshacerse de ella, sino gestionarla y pilotarla para que nos impulse hacia otro camino.
La tristeza nos permite poner foco en eso que es importante para nosotros. Valorar qué puedo hacer que esté en mi mano, si tengo alguna conversación pendiente con alguien, si ese no sentirse necesitado es quizás solo una creencia mía y en verdad, no es así como los otros lo sienten, nos puede ayudar a indagar y tomar consciencia.
A veces, los demás necesitan su espacio, como parte de su crecimiento como personas, y aunque nosotros queramos retenerlos, ellos se marchan. Creo que las personas que más acucian este tipo de necesidad, son aquellas que más acostumbradas están a tomar decisiones, a decidir el camino a realizar, a intentar solventar los problemas propios y ajenos. No se trata de que no nos necesiten, sino que ellos quieren y necesitan andar su propio camino. Dejar de tirar de la cuerda, cuesta mucho, sobre todo cuando lo has hecho durante mucho tiempo. El problema está, en que uno piensa que al otro lado de la cuerda hay otro que tira y que si tú no tiras, te acabará arrastrando…Pero, en verdad, no hay nadie al otro lado, ni tampoco hay cuerda. Es tan solo la interpretación que nosotros hacemos. La vida no es tirar, ni empujar, la vida solo es ser y estar. El resto, lo que decidamos sentir, es decisión nuestra.
Probablemente, la mayor de las decisiones que tengamos que tomar ante la necesidad, es esa, tomar consciencia y decidir qué vida quiero sentir. En el mundo, siempre hay alguien que necesita de nuestro amor. El mundo está lleno de necesidades y si mi necesidad es sentirme necesitado, mi obligación para conmigo mismo, es buscar y darlo. No hay nada más hermoso que dar a otro por necesidad propia.
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