"..Aún recuerdo, hace ya unos cuantos años haciendo un master, cuando uno de mis profesores nos habló del amor en la empresa...En aquel entonces, me chirrió. Yo no era realmente feliz en mi trabajo y eso me afectaba, más de lo que yo reconocía, pero no tenía tiempo para pararme a reflexionar. Eso me decía a mi misma...". Me asaltaba la confusión de no saber qué hacer. Así que me paré, me escuché y actué. En mi caso, tomé un nuevo rumbo, siendo consciente de lo que hacía. No se trataba de hacerlo bien o mal, sino de actuar. A cada uno le hace sentido un algo distinto y hay que escucharse. Indagué en mis miedos, en mis sombras (aquello que desechamos de nosotros mismos), en mis emociones y sobre todo, trabajé en la aceptación, el respeto y la confianza. Lo cual me llevó a no juzgar, sino aceptar. Y a esto le siguió, el aprecio incondicional. Este aprendizaje, junto con mi experiencia en empresa, es lo que yo comparto con mis coachees. Y a partir de aquí, cada uno se quedará con lo que le haga más sentido. Lo importante es encontrar las propias respuestas para trabajar aquello que a uno le inquieta. Porque no hay que compararse. No soy ni mejor, ni peor, soy único".
Paola: Coach
A lo largo de los años me he encontrado con personas muy distintas. Y aunque la tendencia natural, o social, sea la de juzgar, hay que intentar resistirse. Como casi todo pensamiento que deriva en comportamiento, se puede entrenar. Es maravilloso ver realmente a la persona, sin filtros, me refiero a los del observador. Creo que el ritmo de vida que llevamos, nuestras expectativas y la tendencia a focalizarnos en cómo tienen que ser las cosas, nos limitan. No nos dejan mirar y si no lo hacemos, cómo vamos a poder ver lo que vivimos en cada una de nuestras experiencias, disfrutar de nuestras relaciones, analizar los lugares donde estamos. Disfruto viendo y eso es, precisamente, lo que nos tenemos que permitir cuando estamos en un proceso de transformación. Verse a uno mismo para poder empezar a ver lo de alrededor.
Paola: Coach